Lo primero que hice fue caminar
Más de seiscientos kilómetros ida y vuelta
Por el cuarto de cocina que no tiene
Más de seis o siete metros de largo
Me detuve sólo para rellenar
El vaso con el vino que salí
A comprar para él apenas colgué
El teléfono hasta vaciar la botella
Me miraban a la orilla del camino
Mujeres de delantales blancos
Hombres que pasaban montados
En sus bicicletas en sentido contrario
Me miraban los vecinos y mis hijos
Estáticos y mudos bajo el dintel
En el kilómetro seiscientos setenta vi
Las primeras luces
Que no eran faroles sino velas
Alrededor de su ataúd frío
Y no paré hasta llegar junto a la puerta
Que movía el viento como si fuera su madre
Lo segundo que hice fue acercarme
De puntillas y poner el vaso vacío
Sobre su pecho cerrar los ojos decirle
Que venía a despedirme aunque
No pudiera escucharme siquiera
Que venía a despedirme que me dejara
Llorar junto a su hermoso cadáver
Lo tercero es este absurdo poema.
domingo, 31 de diciembre de 2006
Hombre Muerto 133
sábado, 30 de diciembre de 2006
lunes, 25 de diciembre de 2006
domingo, 24 de diciembre de 2006
La Generación Travesti
Soñé con los ojos abiertos.
Y vi salir el sol sobre la Iglesia
De San Francisco y vi mendigos dormir
Arrullados por palomas.
Canciones que después costaría tanto recordar.
Soñé que todo era posible.
Detrás del Che y marchaba en medio de la columna
Que asaltó el Cuartel Moncada y el Palacio de Invierno.
Estuve también en la Sublevación de la Escuadra
Y en las calles de mayo de Paris.
Y defendía a los mineros
En la Escuela Santa María de Iquique y defendía
Los derechos del pobre pueblo trabajador.
Que yo la amaba y ella me amaba.
Mis amigos llenaban la casa
Todos los niños eran nuestros hijos
Mujeres y hombres que no conocíamos
Eran amigos y hermanos nuestros.
A los campesinos en los campos del Sur
Y en la ciudad no había
Letreros con palabras luminosas.
A la prostituta más pobre y más fea
Y no pagaba por su cuerpo.
Soñé morir acuchillado por un travesti.
lunes, 11 de diciembre de 2006
Más HOMBRE MUERTO ahora que se ha muerto el que no fue hombre
Como decía en esos días el mundo
Se pulverizó frente a la ventana de mi casa
Pasaba horas en el cuarto de baño
Sentado sin hacer nada más que retorcerme los dedos
Las manos me dolían como atravesadas por clavos
No era un sollozo era un quejido que se revolcaba
Como animal herido como animal muerto en vida
La explosión destrozó todas las ilusiones
Una hilacha de sangre corría desde mis manos
Un río de manos chorreaba por mi sangre.
miércoles, 6 de diciembre de 2006
Los gatos también sufren alzheimer
martes, 5 de diciembre de 2006
Anticipo de HOMBRE MUERTO
Entonces éramos tan modernos
Que intentábamos seducir a las hijas
De los amigos y besarles la boca aterrada
Dar de puntapiés a las puertas
De las casas que osaban dormir en paz
Y destrozar con una navaja suiza
Los vestidos de cualquier pudor
Besábamos la boca sucia de rouge
De las adictas sin nombre ni hogar
Y jalábamos la tapa del excusado del bar
De la mala muerte
Entonces éramos tan modernos
Que poníamos sobre nuestro sexo
Las manos temblorosas de nuestras ahijadas
Y nos botábamos a dormir en las terrazas
Eramos tan libres tan poetas
Que nuestras bocas olían a letrina.
Fotografía aérea de Reumén
lunes, 4 de diciembre de 2006
Morelli anticipa libro de Riedemann
“¿Por qué escribo esto? No tengo ideas claras, ni siquiera tengo ideas. Hay jirones, impulsos, bloques, y todo busca una forma, entonces entra en juego el ritmo y yo escribo dentro de ese ritmo, escribo por él, movido por él y no por eso que llaman el pensamiento y que hace la prosa, literaria u otra. Hay primero una situación confusa, que sólo puede definirse en la palabra; de esa penumbra parto, y si lo que quiero decir (si lo que quiere decirse) tiene suficiente fuerza, inmediatamente se inicia el swing, un balanceo rítmico que me saca a la superficie, lo ilumina todo, conjuga esa materia confusa y el que la padece en una tercera instancia clara y como fatal: la frase, el párrafo, la página, el capítulo, el libro. Ese balanceo, ese swing en el que se va informando la materia confusa, es para mí la única certidumbre de su necesidad, porque apenas cesa comprendo que no tengo ya nada que decir. Y también es la única recompensa de mi trabajo: sentir que lo que he escrito es como un lomo de gato bajo la caricia, con chispas y un arquearse cadencioso. Así por la escritura bajo al volcán, me acerco a las Madres, me conecto con el Centro –sea lo que sea. Escribir es dibujar mi mandala y a la vez recorrerlo, inventar la purificación purificándose; tarea de pobre shamán blanco con calzoncillos de nylon”.
Rayuela
Julio Cortázar